Las mujeres de Puñaca que reinventan el agua

Esther Mamani

Las mujeres de Puñaca Tinta María perdieron su fuente hídrica, económica y de conexión a su milenaria cultura Urus por la evaporación del lago Poopó.

Las mujeres de Puñaca Tinta María perdieron su fuente hídrica, económica y de conexión a su milenaria cultura Urus por la evaporación del lago Poopó. La sequía agravada por las denuncias de actividades mineras contaminantes las ha llevado a inventar formas para que la vida continúe con menos agua. Ellas han gestionado cañerías desde regiones más urbanizadas, cosechan agua de lluvia, han logrado la instalación de tanques y compran agua potabilizada en botellas. La migración no es una opción por el arraigo que tienen con su terruño. 

Evarista Flores trabaja tejiendo artesanías que vende en municipios cercanos a su hogar. Foto de Esther Mamani

Evarista Flores se refresca llevando a su rostro un poco del agua turbia que tiene almacenada en un balde de plástico. El termómetro indica 10 grados, pero es una mañana calurosa de septiembre en el altiplano. El sol pega en la nuca. No hay árboles a la vista donde guarecerse. El suelo es árido.

Hay surcos por doquier como en sus mejillas que, tras la pausa, retoma su tejido. Sentada en el piso, en la puerta de su casa, reposa con la vista al frente del que un día fue el segundo lago más grande de Bolivia. “Aquí voy a morir”, vaticina sin esbozar tristeza. 

Ella vive en el Ayllu (unidad territorial indígena) San Agustín de Puñaca a 225 kilómetros de La Paz, capital política del país. Su casa es la primera en una hilera de construcciones fabricadas con una combinación de técnicas ancestrales y modernas.

Ocho comunidades indígenas están en este lugar, a las riberas del lago Poopó. En Puñaca Tinta María, hogar de Evarista y la comunidad más pequeña dentro del Ayllu, las mujeres que se han quedado en su territorio se han organizado para hacer posible la vida, ideando maneras de obtener agua limpia.

La minería hace cuesta arriba el camino pues los residuos de esta extracción a cielo abierto son depositados en los afluentes de agua del sector. Según pruebas gubernamentales, el agua tiene al menos cuatro tipos de metales. Los y las pobladores están intoxicados según el estudio de laboratorio adjuntado a la demanda que este Ayllu hizo contra Estado buscando reparación a los daños. La situación no es esperanzadora por lo que muchas familias han migrado.

Según el Censo Nacional del año 2012, en la comunidad había 125 personas. Ahora tan solo quedan doce familias según datos de la alcaldía  indígena. Esas 12 familias representan unas  65 personas. Es decir, la mitad de su población ha migrado.

Las mujeres indígenas en este territorio trabajan en casa haciendo artesanías en tejido de paja y, a la vez, se encargan de la crianza de los niños y niñas. Los hombres salen cada día a buscar empleo como jornaleros, cuidadores de ganado u obreros de construcción en otros municipios; y vuelven cuando caiga el sol.

La gente ya no hay (se van) en la comunidad, algunos nomás (se quedan). El lago era nuestro sustento, como si fuera nuestro padre y madre. Ahora nos encontramos huérfanos. Yo no pensaba que iba a secar, pero mis padres decían ‘se va a secar un día hijos, aprendan a hacer estas cosas (artesanías en paja y lana) nos decían, pero no sabíamos su importancia”, explica Evarista de 59 años. 

En esta región habitan las culturas milenarias Uru Murato, Uru Chipaya y Uru Iruito. Esta comunidad pertenece a la primera. La pesca era la principal actividad económica de sus habitantes, pero desde 1995 a la fecha, el lago Poopó ha reducido el 70% de su superficie. 

Desde diciembre de 2015, el lago disminuye drásticamente su tamaño y aunque las lluvias posteriores permitieron una “recuperación” no volverá a su versión original, según un estudio del Instituto de Hidráulica e Hidrología de la estatal Universidad Mayor de San Andrés.

***

“Me gusta el pejerrey”, cuenta y sonríe Evarista. La última vez que comió esa especie de pescado fue cuando llegó de visita su hijo que emigró a Cochabamba, centro de Bolivia, en febrero de este año. Ese platillo ahora es una ostentación.

Evarista Flores sentada en su casa, comunidad Tinta María de Puñaca, altiplano de Bolivia

El pejerrey (Odontesthes bonariensis) tiene carne blanca, alta en nutrientes, y fue parte de la dieta de estas mujeres hasta que el lago se secó en las orillas donde viven estas mujeres. Los peces han desaparecido para Evarista y para el resto de poblaciones cercanas.

Aunque el Lago Poopó llegó a abarcar más de 3.500 kilómetros cuadrados según datos gubernamentales (1986), los pronósticos científicos anticiparon lo inevitable de su muerte y, con ello, de la pesca. La revista científica Journal of Hydrology de Países Bajos publicó en 2021 un estudio acerca de las razones climáticas de la desaparición.

“Al ser poco profundo, es muy sensible a los cambios en los componentes del balance hídrico y principalmente a los aportes de las subcuencas Titicaca, Mauri y Desaguadero, que representan el 79 % de los aportes totales. En este lago, la evaporación en todos los meses es mayor que la precipitación”, indica el documento.

Para Evarista la única verdad es que la carne, no solo de pescado, es un lujo. “Ya es hora de comer”, dice e ingresa a su vivienda. A los pocos segundos sale con un plato hondo de sopa de fideo con verduras e incluye dos trozos de carne de res para invitar a los que llegan de fuera,  aún en momentos de carencia.

La falta de agua preocupa y el futuro parece desolador, pero eso no quiebra a Evarista. “Qué pasará, no nos vamos a poner a llorar. Yo estoy sin tiempo, tengo mucho que hacer”, asegura. 

La dirigencia indígena decidió actuar y demandar al Estado. El  proceso está activo  y llegó incluso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Según el desglose del ente internacional, la audiencia del   8 de julio se convocó para que el gobierno ejecute diferentes acciones como el control riguroso a las operadoras mineras, la atención en salud especializada a las personas intoxicadas por metales pesados y el acceso a agua en cantidad y calidad para consumo humano y agricultura..

Evarista Flores camina hacia la casa de otra mujer indígena. Ella como esposa del alcalde comunal asume roles diferenciados de liderazgo.

Desplazamiento a causa de la minería

La matriz energética de Bolivia se basó durante más de 20 años en la venta de hidrocarburos, ingresos ahora en caída pues el gobierno ha reconocido que el recurso se agotó. En segundo lugar está la venta de minerales. El 49% de las exportaciones del país, según el Instituto Boliviano de Comercio Exterior, corresponde a este mercado con cifras comparativas entre 2023 y 2024. 

Oruro, donde está el Ayllu San Agustín de Puñaca, tiene una larga tradición minera. Esta región de Bolivia explota zinc, oro, plata, estaño y plomo y emplea a los propios comunarios o pobladores. Los datos del Ministerio de Minería del año 2019 indican que la industria generó hasta 140 mil empleos. 

La Journal of Mining & Enviroment, revista científica, publicó en 2023, una investigación sobre la “basura” que deja la industria minera específicamente en el Lago Poopó. Cada día se vierten 39 kilos de cadmio, 3.969 de zinc, 821 de arsénico y 73 de plomo, indica el documento

Vista aérea de la actividad minera de los alrededores del lago Poopó en Bolivia. Fotografía de Sara Aliaga, 2022

Las concentraciones de metales en el lago Poopó en comparación a otros lagos del mundo son altas como muestra este cuadro extraído del informe Degradación ambiental de los recursos pesqueros, del Instituto para el Estudio de la Cultura y Tecnología Andina (IECTA)

Cuadro comparativo de la presencia de metales en el lago Poopó en comparación con otros lagos del mundo. 

La gestión medioambiental de la explotación y tratamiento de los residuos es deficiente según el estudio Evaluación de la gestión socio-ambiental del sector minero en Bolivia, el caso de la cuenca del lago Poopó. Muchas de las operadoras mineras no tienen diques de colas (espacios para la disposición de residuos) y los descargan directamente al lago, según el mismo estudio. 

Al año 2000 en Oruro estaban registradas 954 operadoras mineras de las cuales 437 están en este sector Poopó según datos de la Secretaría Nacional de Minería y Metalurgia citada en este informe. Las empresas privadas son japonesas, canadienses y estadounidenses, pero también estatales y de cooperativas.

Pablo Solón, activista e investigador ambiental, es crítico con la gestión del agua y el medio ambiente en Bolivia. Desde la Fundación Solón, entidad que dirige, habla de la gravedad de la situación, subrayando que la sequía es un fenómeno que se ha intensificado debido al cambio climático, la deforestación, y la mala gestión de los recursos hídricos.

Se puede manifestar que los efectos de la presencia de metales pesados, deriva en situaciones de peligrosidad mayor al no ser química ni biológicamente degradables, pudiendo una vez emitidos, permanecer en el ambiente durante cientos de años. Además, su concentración en los seres vivos aumenta a medida que son ingeridos por otros, por lo que la ingesta de plantas o animales contaminados puede provocar síntomas de intoxicación”, explica. 

Inventar agua limpia

Cristina Mauricio bebe de la pileta pública de agua que tiene la comunidad

Las mujeres de Puñaca Tinta María han inventado formas para conseguir agua limpia ante el panorama adverso. Una de las primeras medidas que aplicaron fue cavar pozos en sus casas. Entre 2013 y 2020, calculan las autoridades comunales, todas las familias tenían un pozo en casa, pero también se secaron. El pozo en la casa de Evarista está seco y lleno de tierra por el desuso. En su lugar están apilados baldes y recipientes de plástico con agua que se usó al lavar la ropa. Es parte de la rutina darle diferentes usos al agua.

Pero la falta de agua potable llevó a los pobladores a dar el siguiente paso: solicitar agua por cañería. Evarista relata con mucho entusiasmo todos los trámites cumplidos e insistentes pedidos a las autoridades municipales para lograr una tubería de 30 kilómetros, desde el municipio de Poopó hasta la comunidad. 

“Hemos discutido y nos hemos dado el gusto. Aquí ahora hay (tuberías)”, cuenta la lideresa al mismo tiempo que reconoce que no se trata de agua totalmente limpia y potabilizada. Las gestiones las hizo en conjunto con su esposo Rufino Choque en su calidad de alcalde comunal. 

Fueron tres años llevando documentos y firmando trámites con autoridades del municipio de Poopó. Las mujeres fueron protagonistas al no abandonar el caso. “Nosotras nos hemos movido porque aquí vivimos, sabemos lo que necesitamos”, detalla Evarista. Con una inversión de 4,5 millones de bolivianos compartida del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Alcaldía de Poopó, Puñaca Tinta María conoció por primera vez el agua potable en 2023. 

La instalación fue un éxito que a veces queda opacado cuando la cañería se rompe debido a las actividades mineras a cielo abierto: el peso de las volquetas con carga dañan la infraestructura durante su tránsito. “Los volqueteros aplastan la cañería”, sintetiza Evarista. En otros casos, el suministro de agua se corta sin mayores explicaciones de las autoridades municipales. 

El agua en Tinta María no se desperdicia y tiene múltiples usos.

A unos metros está Cristina Mauricio Flores, otra de las comunitarias que ha decidido no migrar,  y asiente con la cabeza. “No sé cuántos años tengo”, indica la mujer. 55 a 60 años, responde su amiga Evarista. “Es enfermita, por eso no ha podido crecer. Su papá le ha criado, pero no la ha llevado al doctor, así no más ha crecido”, explica Evarista.

Cristina es una mujer menuda, de menos de metro y medio. Viste pollera, falda abultada originaria, y trenzas como peinado permanente, igual que todas las mujeres originarias que son cholas. Ella sonríe, camina a prisa, lleva un bocado de hojas de coca a la boca y platica en quechua con su amiga Evarista. 

Las hojas de coca son sagradas en las culturas indígenas de Los Andes. Se les atribuye poderes curativos y tienen un simbolismo ancestral muy arraigado en estas zonas. Pijchar (mascar hojas de coca) equivale a curarse de los males o paliar los síntomas para estas familias ajenas al estigma que tiene la planta en otras partes del mundo. Aquí se pijcha para olvidar el hambre y la sed. 

“Tengo un tanque de agua. A veces salgo (en taxi) a comprar (agua) a Poopó. Después vuelvo, aquí estoy acostumbrada a vivir”, detalla Cristina y señala una casa, su única propiedad. 

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas instaló tanques de almacenaje de agua en algunas viviendas de la comunidad Tinta María. 

Otra de las formas de conseguir el agua limpia es comprarla. Algunas mujeres ahorran el pasaje de salida desde su municipio, ocupando el bus escolar que sin falta sale cada día a las 13:15 llevando a niños y niñas de otras comunidades, lo que les permite llegar a lugares donde hay puestos de venta.

Sin ese apoyo de transporte tendrían que pagar 35 bolivianos, equivalentes a cerca de 5 dólares, aunque el municipio ordenó al transporte local no hacer cobros por encima de los 20 bolivianos (3 dólares) a los comunarios indígenas.

Cada dos litros de agua se venden a diez bolivianos, un poco más de un dólar. Las familias dicen que no pueden costear todos estos pagos. Las artesanías que hacen se venden entre 1 y como máximo 20 dólares, pero son ventas que se hacen solo cuando salen a ferias en las ciudades, que apenas ocurren una cada dos meses con suerte. 

Candi Moya Mauricio, otra de las mujeres indígenas, también depende de este ingreso económico. De 44 años y con siete hijos, cinco menores de 18, ella no puede comprar galones de agua y opta por la cosecha de agua de las lluvias.

“Esperamos lo que cae para llenar baldes”, cuenta. Las láminas metálicas acanaladas de los techos, conocidas como calaminas, sirven para conducir el líquido a los recipientes. 

Los hijos más pequeños de Candi revolotean entusiastas a su alrededor mientras brinda la entrevista. Cuando uno de ellos toma agua de la única pileta pública su mamá lo reprende. “En la casa hay agua hervida, eso se tiene que tomar”, explica.

Candi no tiene un tanque de agua individual en casa como sus otras amigas. “Me regalan no más si necesito, cualquiera (de las otras comunarias) que tiene agua pasa a otras”, señala. Habla de tanques de 1.200 litros de capacidad que fueron instalados en 2021 por el Programa Mundial de Alimentos (PMA), de la Organización de Naciones Unidas.

Como Evarista, esta mujer se abre paso por cuenta de las artesanías que prepara con paja y que vende cuando hay ferias en las ciudades o interciudades. Si no puede ir “me lo lleva mi amiga”, detalla.

Candi Moya muestra algunas de las artesanías que elabora para el sustento de su familia

Avelina Choque Flores es de las pocas mujeres jóvenes que viven en este poblado boliviano. De 24 años y con una hija de uno. Ella también trastea el agua pero en vez de comprarla embotellada y potabilizada opta por comprar bidones a 20 bolivianos equivalentes a tres dólares y para el costo de taxi destina otros 5 dólares.

Es complicado porque el agua de los pozos ya no es para tomar. Está todo contaminado y el agua de la pileta igual. Yo lo dejo asentar el agua. Dejo que esté días hasta que abajo se quedan las piedritas o tierra. Lo de encima hay que hacer hervir y eso ya puedes tomar”, cuenta la joven. Los tres bidones que compra durarán al menos dos semanas.

No solo las mujeres ven las formas de conseguir agua limpia, también los niños y niñas. Puñaca Tinta María tiene el orgullo de contar con una Unidad Educativa para todas las comunidades del Ayllu San Agustín. 

La directora del colegio Uru Murato, Rosmery Vásquez cuenta que esa escuela representa esperanzas de mejores días para todos y todas. “Ya son tres generaciones de bachilleres”, indica.

La falta de agua es paliada con botellas de dos litros que cada estudiante debe llevar cada día, tanto para su consumo como para las plantas que riegan en la clase de ciencias naturales. De los 105 alumnos, pocos corresponden a esta comunidad. 

La misión es que los estudiantes puedan salir de la comunidad mediante becas de estudio, al pertenecer a una etnia indígena como indica una normativa gubernamental de fomento a la educación de la población indígena. 

Como una forma de preparación al futuro, dentro de la currícula está el aprendizaje de cómo hacer artesanías, igual que la mayoría de las mujeres en este territorio. En los dibujos de niñas y niños se proyecta el deseo de ver el lago con peces, pequeñas balsas y animales. 

La directora de la unidad educativa del poblado muestra los trabajos de los estudiantes

Por la justicia climática

Bolivia tiene un gobierno que discursivamente reivindica a los pueblos indígenas en este territorio, pero que es muy criticado por la sociedad civil debido a su política extractivista. En San Agustín de Puñaca las y los pobladores reclaman por justicia climática frente a las actividades mineras. 

En 2021 los pobladores, junto a un equipo de abogados que costearon gracias al Centro de Comunicación y Desarrollo Andino (CENDA), iniciaron una acción popular ante el Tribunal Departamental de Oruro para pedir resarcimiento por la contaminación del agua que aseguran es por la actividad minera. El Tribunal Nacional ordenó al Ministerio de Medio Ambiente y Aguas hacer una investigación con un muestreo en siete puntos de agua para verificar la relación entre metales pesados y la actividad minera. 

En 2023 se obtuvo  los resultados. “Fue un informe incompleto y en una de las conclusiones hay algo aberrante. Señala que no existe contaminación por la mano del hombre. No hacen una valoración sobre los efectos en la salud”, reclama Sergio Vásquez, asesor jurídico del Ayllu y parte del equipo de CENDA. 

“De acuerdo a los resultados de la calidad del agua de las fuentes utilizadas para el consumo humano en el sector no existe contaminación generada por la mano del hombre, por lo tanto corresponde al gobierno municipal velar por los servicios de agua potable”, indica el informe técnico gubernamental que despertó la molestia de los comunarios indígenas. 

El abogado Vásquez  cuenta que decidieron impugnar la respuesta ante el Tribunal Constitucional y con ese recurso de queja optaron por realizar un estudio de análisis de sangre y orina de metales pesados para demostrar la afectación de los y las comunitarias. 

Enviamos las muestras al Centro Toxicológico CETOX de Perú y en el informe sale a la luz que hay intoxicación por arsénico, plomo y cadmio”, detalla el jurista explicando que el estudio se hizo con 20 personas al azar. 

El 100% de las personas evaluadas presentó concentraciones de arsénico y plomo. La Unión Europea determina un máximo de 15 miligramos por litro de sangre de estos metales y los resultados arrojaron entre 17.6 y 215.64 miligramos por litro de sangre. 

Las consecuencias van desde dolores de cabeza, estomacales y vómitos. El arsénico y el cadmio son considerados cancerígenos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el plomo está calificado como posible cancerígeno. 

Una de las abogada de la defensa, Mishkila Rojas, indicó: “Durante décadas hemos sido receptores de la contaminación minera que degrada, contamina y destruye el agua, suelo, aire y nuestros medios de vida como la ganadería y la agricultura”. 

“Nadie nos ha recordado aquí”, reclama Evarista. Su hijo, sin ser parte del muestreo, presentó esos males y migró junto a su esposa a Cochabamba, centro de Bolivia, para lograr atenciones médicas, según su mamá. “Se quejaba de (dolores de) su barriga y se ha ido, hemos pensado que se iba a pasar, pero seguía”, recuerda Evarista. ¿Tiene problemas de salud? “A veces el agua es picante”, responde. 

Evarista luce la manta representativa del pueblo Uru Murato

El Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia reconoció en septiembre de 2023 que los derechos al agua, a la salud, a la alimentación y a un medio ambiente sano de los habitantes del Ayllu San Agustín de Puñaca están siendo amenazados.

El camino hacia la justicia climática no ha terminado. Mientras tanto Evarista persiste en organizarse con sus compañeras para cuidar que todas “estén bien”. En sus palabras es “no vives solo, por eso estamos en comunidad”. Tras una temporada de incendios forestales en el otro extremo del país se espera que la sequía sea más intensa en la siguiente gestión para lo que estás mujeres y sus familias ya se preparan. 

Las mujeres se apoyan entre ellas para ayudar con las que no cuentan con agua

Esther Mamani
Freelance
Bolivia

Periodista y comunicadora con 10 años de experiencia y especialidad en periodismo de investigación con enfoque de género y medio ambiente. Comunica temas de arte y cultura. Experta en redacción y edición de crónicas y reportajes de investigación. Es parte de la Red de Periodismo Feminista. Trabaja en multimedia y es videasta. Mamá de Amelia.

Like
Close
Cambia la historia © 2024
Close