
La falta de un Sistema Nacional de Cuidados, o programas específicos dirigidos a personas cuidadoras en la Ciudad de México, está dejando a cientos de mujeres expuestas al desempleo y la precariedad, al tener que dedicar las 24 horas a cuidar a familiares con discapacidades. Actualmente la iniciativa se encuentra en la Cámara de Senadores sin ser votada o aprobada. Las alternativas ante el desamparo han surgido de entre las mismas cuidadoras.
“No puedo contestar, no creo tener una respuesta. ¿Qué va a pasar con mi hijo cuando yo no esté? ¿Quién lo va a cuidar?”, se pregunta Eva Cruz López sentada en la sala de la casa de su hermana, mientras espera que Alberto, su hijo menor, regrese de su curso de floristería.
La vida de Eva Cruz López, una mujer delgada y de tez morena de 48 años, ha sido cuidar de otras personas desde hace 33 años. Primero de su madre, luego su sobrino, pero sobre todo de Alberto, su hijo de 20 años que vive con discapacidad intelectual.
Para darle la atención que requiere, ayudarle con sus medicamentos y supervisarlo en actividades cotidianas como su aseo personal, Eva no puede salir a trabajar, ella debe quedarse en casa para estar al pendiente de Alberto y poder cuidarlo, alimentarlo y estar pendiente de él cuando tenga convulsiones.
En México se estiman que 58.3 millones de personas son susceptibles de recibir cuidados en los hogares. De estas, 5.6 millones son personas identificadas con algún tipo de discapacidad o dependencia, según la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC), en 2022.
Cifras del Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), señalan que solo en la Ciudad de México hay 539 mil 571 personas, es decir, el 5.9% de la población, que viven con alguna discapacidad sea motriz, visual, de comunicación, mental, etc. Tal como es el caso de Alberto.
“Empecé a cuidar a los 15 años, me encargaban a mi sobrino y ya desde ahí en adelante he venido cuidando. No he parado”, dice la mujer que camina erguida, como si no cargara con el peso de mantener el cuidado de sus seres queridos a sus espaldas.
Eva y Alberto tienen su hogar en Iztapalapa, en la Ciudad de México, una alcaldía que cuenta con el Programa Social Sistema Público de Cuidados, un “apoyo económico para personas cuidadoras de familiares directos que sufren alguna condición de salud grave”, según la definición institucional. Pero Eva no es beneficiaria, fue descartada cuando lo solicitó.

De acuerdo con su testimonio, la solicitud de Eva para el programa social no fue aceptada porque “no tiene a su cuidado a alguien postrado en cama”. Esa es la respuesta que recibió.
Para Eva, quien tiene los ojos puestos siempre en su hijo Alberto, los días comienzan a las cinco de la mañana y están llenos de tareas: hacer la comida, atender la tienda afuera de la casa de su mamá, limpiar la casa, triturar las pastillas que su hijo necesita: tres al día. Su madre le ayudó a cuidar de Alberto cuando era más pequeño, pero ahora los papeles se han invertido y es Eva quien procura a su madre, una adulta mayor que vive con diabetes e hipertensión.
A pesar de que Alberto ha tenido más independencia desde que cumplió 12 años, y su madre puede tener un poco más de tiempo libre; Eva aún lo cuida en actividades como su aseo personal. Lo vigila cuando se baña ya que el joven puede pasarse el tiempo jugando con el agua o con el jabón.
Ambos aprendieron a comunicarse a su manera. Si Alberto tiene sed dice “agua”, ya que el joven de 20 años no formula frases completas debido a su discapacidad intelectual, explica su madre. “Es como si tuviera la mente de un niño de cinco años”, agrega.
“Este trabajo, estas actividades, no son exclusivas del hogar, pueden suceder tanto dentro como fuera de él porque cuidamos 24/7. Cuidar es desde producir alimentos, limpiar la casa, pero también llevar a los niños a la escuela, ir a citas médicas, ir al parque. En algunas comunidades rurales, el cuidado también implica la recolección de agua y llevarla hasta la casa porque así como sin agua no hay vida, sin cuidados tampoco”, valoró Alexandra Haas, directora ejecutiva de la organización Oxfam México.
De acuerdo con Haas, los cuidados que proveen las mujeres son los que permiten que otros miembros de la familia puedan hacer sus actividades. “Ellas cocinan y uno come para irse a trabajar, ellas invierten su tiempo, su esfuerzo y tiene impacto en la vida de muchas personas y de la sociedad en general. Es así de simple: los cuidados permiten el desarrollo, el estudio y el trabajo”, agregó.
Haas hace referencia a las mujeres ya que según estudios del Inegi son ellas quienes dedican más tiempo a esta labor. En 2022 31.7 millones de personas en México se dedicaron a la labor de cuidados: 71.5% fueron mujeres y 24.9% hombres, según el Inegi.
Cuidar sin descansar, cuidar 24 horas al día 7 días a la semana es agotador, consume a las mujeres porque el trabajo de cuidados es algo que no se detiene, señala la directora de Oxfam México.
“Todos los días son saturados en cuestión de cuidados. Hace unas semanas se puso mal mi mamá y también Alberto, fue muy complicado cuidar a dos personas al mismo tiempo. Sentía que me hacían falta otras 24 horas para poder terminar las labores de la casa”, coincide Eva con las palabras de Hass. .
Cifras del Inegi de la primera edición de la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) 2022, muestran que las mujeres que son cuidadoras principales dedicaron 38.9 horas a la semana a la labor de cuidados. Los hombres, en cambio, dedicaron 30.6 horas.
“El cuidado nunca tiene descanso, es un trabajo que se hace el 24 de diciembre y el primero de enero, que no tiene días de asueto, que no tiene fines de semana, que no tiene vacaciones porque si te fijas en una familia que está en la playa, por ejemplo, por lo general es la mujer quien está con los hijos. Todo el tiempo estamos cuidado”, agregó Haas.
Margarita Garfias, fundadora de la organización Yo Cuido México, una colectiva que busca visibilizar el cuidado como un trabajo y como un derecho, denuncia que la desigualdad en el trabajo de cuidados entre hombres y mujeres se debe en mayor medida a estereotipos de género.
“Como mujeres se nos ha impuesto la idea sexista de que como nacemos mujeres, sabemos cuidar. Y no es cierto, no nacemos con un gen cuidador, sino simplemente vivimos en un sistema que sigue oprimiendo a las mujeres y nos exilia a nuestros hogares a realizar todo este trabajo no remunerado”, dijo.
De acuerdo con la activista, “la única actividad que no puede hacer un hombre, en lo que se refiere a la crianza y al cuidado, es parir”.
Yo nací mujer y no nací sabiendo cuidar, lo aprendí en el camino”, agregó.
Para Eva no hay descanso. Es ella quien hace todo el cuidado en su hogar, ya que su esposo sale a trabajar desde las 5 ó 6 de la mañana y regresa hasta las 7 u 8 de la noche, según el tránsito que encuentre de vuelta a su casa.
El papá de Alberto solo llega a verlo, llega de noche a casa entonces ya no le toca gran parte del trabajo pesado”, comentó Eva.
Eva recuerda que hubo un tiempo en que no podía ni ir al baño ella sola. Tenía que tener los ojos encima de Alberto las 24 horas por miedo a que convulsionara y ella no estuviera cerca. Habla con la voz más bajita a ratos, como si pudiera despertar a alguien en la casa aunque solo está ella.
“Yo no puedo irme a trabajar a un empleo presencial, ni siquiera de medio tiempo. Cuando mi hijo era pequeño podía tener hasta 80 convulsiones en un día. Muchas veces yo estaba sola con él así que si tenía que ir al baño lo metía conmigo. No podía dejarlo solo”, detalla.
Con la mirada fija en la mesa de centro de la casa de su hermana, la madre de Alberto evoca días más complicados, años atrás, en los que su hijo pasaba más tiempo en el hospital que en su hogar.
Alberto fue diagnosticado a los tres meses de nacido con discapacidad intelectual. Pasó 20 días internado. Cuando le dieron el alta, 28 medicamentos que debía tomar a diario le acompañaron. En esa época, Eva casi no dormía: las noches se le pasaban entre perder el sueño, dar medicinas y acurrucar a su hijo. Un par de medicinas en una hora, otro par la siguiente y así sucesivamente.
A los ocho meses de edad, Alberto y su madre volvieron al hospital a causa de una bronconeumonía. Un mes después, el área de terapia intensiva se convirtió en su casa.
“No es que alguien te advierta o te aconseje aprender a poner y a limpiar un catéter, es la vida que te va encaminando. Alberto tuvo un catéter porque no tenía sus venitas muy notorias. Cuando le dio la bronco, a mí me tocaba hacerle la limpieza del catéter”, cuenta.
Con su hijo jugando con Mika y Miko, sus gatos, Eva saca la ropa de la lavadora, alista los lazos y se pone a tender. A veces voltea a ver a Alberto, ver que está haciendo, a veces solo pone atención al sonido de sus pasos y adivina dónde está, si en la cocina, en su cuarto o en el patio.
Alberto es un muchacho callado, introvertido, que le gusta pasar el tiempo entre su tablet y pintar manteles que vende junto a su madre. Le gusta colorear los girasoles, los tallos de las flores. “Amarillo” le dice a su mamá para que le prepare la pintura y ella pueda seguir con el trabajo doméstico.
A veces el muchacho voltea a ver a su madre, a veces solo escucha el tono de su voz mientras ella le enseña fotografías de la familia, de él cuando cumplió 15 años y la misa que le hicieron. Pero a ratos la ve, le sostiene la mirada y le sonríe por unos segundos. Le gusta estar dónde ella está y también le gusta tomar su mano cuando van caminando. Alberto puede caminar delante de ella sin problema, es un chico que aprendió desde niño a no separarse de su mamá en la calle pero prefiere ir a su lado, a su paso.

Eva y Alberto habían estado siempre juntos, hasta 2019, cuando llegó la pandemia por Covid-19.
Eva se enfermó de una una pancreatitis y fue internada en el hospital. La doctora a su cargo le ordenó que se olvidara de todo lo que estuviera fuera de su habitación, le dijo que era momento de delegar el cuidado de Alberto.
“Son cosas que te pasan en la vida y dices bueno, me voy yo ¿Y mi hijo? ¿Quién lo va a cuidar? Creo que ese es el pensar de todas las mamás que tenemos un hijo con discapacidad. El día que yo llegue a faltar ¿Qué va a ser de mi hijo? Yo sé que estarán sus tías, su hermano, primos, tíos, pero no todos le van a dar ese cuidado o le van a tener esa paciencia, que tú como su madre le tienes. No han aprendido lo que tú con el paso de los años”, dice entre lágrimas.
Eva quiere que su vida le alcance para cuidar a Alberto, pero también quiere tener tiempo para poder trabajar, e incluso poder terminar una licenciatura en Derecho.
Y aunque lo hace desde el amor y desde el trabajo que eso implica, le gustaría recibir ayuda. Ser vista. Ser considerada. Sobre todo por las autoridades.
“Cuando hice mi registro en 2023, me negaron el programa. La trabajadora social acude a tu domicilio y me dijo que como Alberto sí puede caminar no me lo podía dar, que este programa era destinado nada más para los cuidadores de personas postradas en cama, pero eso no se menciona en la convocatoria, y no toman en cuenta que mi hijo tiene la mente de un niño de 5 años. No tiene un lenguaje fluido, sufre convulsiones, no puede quedarse solo. Pero simplemente con verlo, pues tú dices es un chico normal de 20 años que puede valerse por sí mismo”, sentencia.
De acuerdo con las reglas de operación del programa, “se tendrá como prioridad a las personas que viven en zonas de pobreza y pobreza extrema en la demarcación, y no tengan acceso a un trabajo remunerado”, como es el caso de Eva.
Además, se menciona que las personas solicitantes deberán cumplir solo dos obligaciones: tener a su cuidado a una persona adulta mayor o persona con discapacidad, residente de la Alcaldía de Iztapalapa y vivir en la demarcación. Requisito que también cumple Eva.
Cambia la Historia buscó a la alcaldía Iztapalapa para una entrevista, sin embargo, al momento de la publicación de este reportaje no se tuvo respuesta.
Si yo tuviera un tiempo para mí, quisiera pedir apoyo psicológico. A veces tantas situaciones te rebasan. De repente en los cuidados hay cosas que te saturan tanto que con cualquier cosita explotas. Yo soy diabética y asmática entonces puede que mi glucosa se eleve, me puede dar una crisis. Por eso necesito estar bien en todos los aspectos para que las personas que yo cuido estén bien”, dice Eva.
Sin embargo, las mujeres que se encargan del mayor trabajo de cuidados también quisieran tener más tiempo para incorporarse al mercado laboral.
El Inegi destaca que el 36.7% de cuidadoras de personas con discapacidad están en edad y con deseos de trabajar pero no lo hacen por falta de apoyo en el cuidado.
Mientras tiende la ropa, Eva comparte que tiene un sueño: terminar su carrera de Derecho de la cual solo pudo estudiar los tres primeros semestres. Por eso le entusiasma el Sistema Nacional de Cuidados, le encantaría que existiera una casa de día para personas con discapacidad. “Un lugar para que las mamás podamos tener el tiempo de tener un trabajo, una vida fuera del cuidado”.
Mujeres a cargo: madres e hijas cuidadoras
De acuerdo con la Encuesta de Cuidados del Inegi de 2022, 64.5% de los casos señalaron que la persona cuidadora principal es la madre o hija.
En un 19.9% de los casos se identificó como principal cuidador a los cónyuges o parejas.
El estudio reseña que ocho de cada 10 mujeres fueron las cuidadoras principales de personas con dependencia o discapacidad; y que del total de la población con alguna discapacidad o dependencia, el 33.3% requiere más tiempo de atención o cuidado adicional al que se le brinda en el hogar: o sea, en tres de cada 10 casos el trabajo es más demandante, debido a las características de la persona con discapacidad.
Estos cuidados extra, implicaron un 60.2% de actividades de estimulación física o mental. Hasta un 59.9% de apoyo de personal de enfermería o una persona cuidadora;; y 58.9% más de apoyo por parte de integrantes del hogar. Las personas vecinas, amistades, u otros familiares representaron un 50.2% de ayuda extra,
El cuidado más frecuente a personas con discapacidad fue compañía o estar al pendiente.
Las mujeres – de nuevo – tuvieron mayor participación en actividades como dar de comer o ayudar a hacerlo (63.8%) y apoyar en bañar, asear, peinar o ir al baño (58.7%) a personas con discapacidad; según el mismo estudio.
Bitácora de una cuidadora
Catalina Vega Cruz tiene 51 años y comienza sus días a las siete de la mañana. Es madre de Raymundo Nava Vega, un joven de 31 años que vive con parálisis cerebral.
En la alcaldía Cuajimalpa, a 50 minutos en transporte público de la estación de metro más cercana, Cata, como le gusta ser llamada, cuida de su segundo hijo, de su perrita Shila y de unos cuantos peces.
La rutina de Cata cambió a los ocho días del nacimiento de Ray, quien a causa de la ictericia y por la falta de oxígeno en su sangre, se le originó la parálisis cerebral. Desde entonces, su madre conoció las terapias físicas, levantarse a las cinco de la mañana para salir a las seis de su casa y llegar a las ocho al hospital, hacer fila. Estar ahí todo el día si era necesario.

Cata es una mujer de baja estatura pero con fuerza al hablar. Hace que sus pasos ligeros sean reconocidos por su hijo, pues antes de llegar a su lado, Ray suele voltear para buscarle la mirada. Es su manera de decirle “ya te vi”.
Los días de madre e hijo están marcados por las actividades que tenga Ray, como lo llama su mamá, durante el día. Pero siempre son días movidos. Ir a terapia, acudir con el equipo de juegos a la cancha de fútbol de la colonia y jugar basquetbol, tomar su clase de natación. Todo mientras van vendiendo dulces para completar el gasto del hogar.
Cuando están en casa, Cata masajea las manos y las piernas de Ray, para estirar sus dedos, que se muevan un poco y no se queden entumidos. Cata ha aprendido a cuidarlo incluso cuando ella está enferma. “Por una gripe no puedo parar, tengo que hacerle de comer, ayudarle a bañarse, a vestirse de la cintura para abajo”, cuenta.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) explica en la guía Detección y manejo del colapso del cuidador, que a mayor dependencia y cronicidad de las enfermedades, se requiere mayor tiempo de cuidado, disminuyendo los tiempos de descanso para el cuidador.
A Cata, una mujer que siempre sonríe cuando sus ojos se encuentran con los de su hijo, le gustaría tener tiempo libre, ir con las amigas por un café y platicar, ir al cine, aunque sea un par de horas. Ser amiga, ser mujer.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) menciona que 15% de los cuidadores tienen afectaciones en su tiempo libre; 10% en su desarrollo para estudiar algún oficio o carrera; 8.1% en la relación con las y los integrantes de su hogar u otros familiares y 7.8% manifestó tener afectaciones en la convivencia con amistades o compañeros(as) de trabajo.
Tener tiempo para ella no significa que no quiera estar con su hijo, dice Cata. Para ella es gratificante poder ver al joven de 31 años emocionarse cada vez que anota un gol, o cuando logra ganarle una carrera a sus compañeros y es el primero en atrapar la pelota en el aire.
A Ray le gusta mucho conocer gente, sonríe cuando se acercan a saludarlo y da la mano para decir hola y adiós. También disfruta que le tomen fotos, que lo vean jugar, que se emocionen con él en la cancha y que le echen porras.
“Me quedaba con Ray porque antes su papá era quien proveía, pero desgraciadamente hace siete años que falleció por un accidente. Es algo que te toma por sorpresa, no sabes qué va a ser de tu vida, de la de tu hijo. Entonces yo me salí dos años a trabajar en un sitio de taxis pero dejaba solo a mi hijo. Tengo dos hijas, él es el de en medio, pero ellas ya están casadas, tienen su vida, su familia, una incluso se fue a vivir a Monterrey”, relata Cata.
Mientras Ray acompaña a su madre en la cocina y acaricia a su perrita, Cata recuerda que durante los años que trabajó debía despertarse a las tres de la mañana. Tenía que cocinar, decirle a su hijo qué iba a comer porque ella llegaría a casa hasta tarde.
Siempre que me iba a trabajar sentía feo dejar a mi hijo, era muy doloroso. Vivo con mi hermana y mi sobrino pero ellos también tienen empleos, el único que se quedaba en casa era Ray”, agrega la mamá del joven.

Los datos del Inegi señalan que las mujeres entre los 15 y 60 años, que trabajan y brindan cuidados, dijeron que desearían cambiar de horario laboral, hasta en un 16.2%, para dedicar más tiempo al cuidado de sus familiares.
Dedicar la vida exclusivamente al cuidado de un tercero no solo afecta la inserción laboral de las mujeres sino también su salud mental.
La encuesta de Cuidados del Inegi concluyó que de las mujeres que proveen cuidados, 39.1% afirmó que por esa razón sintió cansancio; 31.7% aseguró que disminuye su tiempo de sueño; 22.7% experimentó irritabilidad; 16.3% tuvo depresión y 12.7% vio afectada su salud física.
En 2009, Cata tuvo que encontrar tiempo extra para cuidar a su madre, y no solamente a su hijo, de entonces 16 años. Por cinco años sacó fuerzas y tiempo para estar al pendiente de dos personas a su cargo. Partirse en pedazos y estar aquí y allá. Ser madre e hija al mismo tiempo.
“Cuando mi mamá enviudó me la llevé a mi casa, mis hermanos trabajaban y yo era quien podía quedarme en casa. Ella no veía bien de un ojo, porque lo perdió y tenía problemas del corazón. Fue en ese tiempo que tuve ansiedad. Por un tiempo llegué a tomar medicamentos por la ansiedad, me daban sertralina porque había momentos en que sentía que ya no podía más”, comparte Catalina.
Esa no fue la única ocasión en que Cata tendría que cuidar a dos personas al mismo tiempo. En 2020, durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19, su hija le encargaba a su nieto para poder ir a trabajar.
“Mi hija mayor se puede decir que la disfruté poco tiempo. Cuando nació Ray tuve que encargarla con las abuelas. A veces creo que pudo sufrirlo, verme ir y no estar con ella, yo sufría tener que dejar a mi otra niña pero a partir de que nació Raymundo ya la vida se trataba de hospitales, doctores, terapias…”, recuerda.

Sistema Nacional de Cuidados, una realidad lejana
Desde 2020, la Cámara de Diputados aprobó la creación del Sistema Nacional de Cuidados (SNC), sin embargo, su ejecución se encuentra congelada en el Senado de la República, en espera de ser discutida.
Para 2021, senadoras de distintos partidos impulsaron la creación de la Ley del Sistema Nacional de Cuidados, pero ni esa iniciativa, ni la ley han sido aprobadas.
Apenas el 18 de septiembre, el Senado detalló que la iniciativa se analizará en un Parlamento Abierto y, en caso de aprobarse, el sistema contará con una “Junta de Cuidados” en la que participarán diversas dependencias gubernamentales como el Instituto Nacional de las Mujeres, la Secretaría de Gobernación, de Educación Pública, Salud, Bienestar y el el Instituto del Seguro Social.
Patricia Mercado, diputada del partido Movimiento Ciudadano, y una de las legisladoras que impulsó la Ley del Sistema Nacional de Cuidados, asegura que la principal razón por la que no opera es por la falta de voluntad política.
Aunque en la Ciudad de México ya está reconocido el derecho de ser cuidado es letra muerta porque las autoridades no están dispuestas a invertir presupuesto público en el cuidado”, explica.
“Esta propuesta, este Sistema es primordial y debería ser prioridad porque el Estado podría decir yo me hago responsable, yo tengo el dinero público, yo hago la inversión para realizar esa tarea y así ya no serán las mujeres las responsables del cuidado y podrán salir a trabajar, a estudiar, es decir, van a poder acceder a sus derechos y todos los que necesitan ser cuidados, van a ser cuidados”, sentencia.
La Ciudad de México es la única entidad del país que en su Constitución Política establece que el cuidado es un derecho, pero no tiene un programa social destinado exclusivamente al cuidado de las personas que viven con discapacidad.
El derecho al cuidado en la Ciudad de México está plasmado en el artículo 9 apartado B de la Constitución Política y dice que “toda persona tiene derecho al cuidado que sustente su vida y le otorgue los elementos materiales y simbólicos para vivir en sociedad a lo largo de toda su vida”. Es decir: se reconoce el derecho al cuiado, no al cuidador.
Sin embargo, las iniciativas existentes para población con discapacidad son a nivel municipal, y están enfocadas en transferencias económicas y a la salud, pero ninguno consiste en brindar a las cuidadoras un apoyo para que alguien más les ayude a cuidar.
Por ejemplo, la alcaldía de Iztacalco detalló a través de una solicitud de información que aunque no cuenta con un programa destinado a las cuidadoras de personas con discapacidad, implementa el Programa de enfermedades crónico degenerativas y discapacidad (entrega de aparatos ortopédicos), mientras que la alcaldía de Coyoacán informó que cuenta con “Sin barreras, Coyoacán contigo”; un programa social que consiste en la entrega de silla de ruedas.
A través de solicitudes de información, Cambia la Historia comprobó que solamente dos de las 16 alcaldías de la capital cuentan con un programa social para las personas cuidadoras; pero este se trata solo de ayudas económicas. Mientras que una tercera alcaldía sí tiene una iniciativa para disminuir el tiempo de cuidado que ejercen las mujeres hacia sus hijos.
Se trata de la alcaldía Cuauhtémoc, la que reportó que de 2019 a 2022 realizó el programa “Apoyo económico para el reconocimiento de las personas cuidadoras”, mientras que de 2023 a 2024 se implementó el Apoyo Económico para Personas Guardianes del Hogar que Cuidan Familiares Directos con Enfermedades Cognitivas, Oncológicas o Discapacidad.
El programa implica un apoyo económico para mujeres y hombres cuidadores de familiares directos en situación de vulnerabilidad. La iniciativa era dirigida a cuidadores entre los 35 a 64 años 11 meses, quienes recibirían una transferencia monetaria de mil 800 pesos al mes, (93 dólares estadounidenses aproximadamente) durante el año.
Año | Nombre del programa | Tipo de apoyo | Monto anual | Periodicidad | Número de beneficiarios |
2019 | Apoyo económico para el reconocimiento de las personas cuidadoras en la alcaldía Cuauhtémoc | Económico | $24,000.00 | Un año | 400 |
2020 | Apoyo emergente para el reconocimiento de las personas cuidadoras | Económico | $19,200.00 | Un año | 900 |
2021 | Apoyo emergente para el reconocimiento de las personas cuidadoras | Económico | $12,000.00 | Un año | 2700 |
2022 | Apoyo emergente para el reconocimiento de las personas cuidadoras | Económico | $12,000.00 | Un año | 2700 |
2023 | Apoyo Económico para Personas Guardianes del Hogar que Cuidan Familiares Directos con Enfermedades Cognitivas, Oncológicas o Discapacidad, 2024 | Económico | $18,000.00 | Un año | 590 |
2024 | Apoyo Económico para Personas Guardianes del Hogar que Cuidan Familiares Directos con Enfermedades Cognitivas, Oncológicas o Discapacidad, 2024 | Económico | $18,000.00 | Un año | 300 |
La segunda alcaldía es Iztapalapa quien cuenta con el programa “Sistema Público de Cuidados” el cual está dirigido a “cuidadoras de personas dependientes en razón de discapacidad permanente, severa, y/o personas adultas mayores que no pueden valerse por sí mismas”.
En esta iniciativa, el tipo de apoyo también es económico y consiste en brindar una transferencia a cuidadoras de mil pesos al mes, lo que equivaldría a unos 51.86 dólares estadounidenses.
En otra solicitud de información, la alcaldía de Azcapotzalco dijo que contaba con el programa Cuidadoras y Cuidadores, sin embargo, sólo se implementó de 2019 a 2021.
El tipo de apoyo era económico y las personas beneficiadas recibirían cuatro pagos de mil 500 pesos bimestrales, entre enero y agosto de 2021.
Año | Denominación | Monto | Beneficiarios | Tipo de ayuda |
2019 | Apoyo a Cuidadoras y Cuidadores de 50 a 67 años | $4,200,000.00 | 700 | Económica |
2020 | Apoyo a Cuidadoras y Cuidadores de 50 a 67 años | $4,200,000.00 | 700 | Económica |
2021 | Apoyo a Cuidadoras y Cuidadores de 50 a 67 años | $4,200,000.00 | 700 | Económica |
Margarita Garfias señala que este tipo de programas, con dinero de por medio, “lo que hacen es perpetuar la desigualdad en las relaciones de cuidado”.
Si el Estado solo se encarga de dar dinero, sigue dejando a las cuidadoras en estos mismos ciclos que siguen minando su vida porque lo que realmente necesitamos son servicios donde podamos transferir estos cuidados a otros espacios para tener tiempo para nosotras mismas y retomar nuestros proyectos de vida”, sentencia.
Un ejemplo de esto es la iniciativa implementada en la alcaldía Tlalpan, donde en 2023 y 2024 se realizó el Programa Social Estancias Infantiles el cual apoya los hogares con al menos una niña o niño entre 1 y hasta 3 años, o entre 1 y 5 años en casos de infancias con alguna discapacidad.
Además, en la página de la alcaldía, se destaca que esta iniciativa busca que las madres trabajadoras cuenten con espacios de cuidado de niñas y niños, incluyendo a los que tienen discapacidad.
Son espacios para que las madres puedan dejar a sus hijos mientras laboran para proveer los recursos necesarios para sus hogares.
El monto de apoyo era de dos mil 400 pesos al mes, el cual se daba hasta por 11 meses. Las beneficiarias fueron 27 familias, según datos de la alcaldía, proporcionados a través de una solicitud de información.
El resto de las 10 las alcaldías, o sea Benito Juárez, Xochimilco, Venustiano Carranza, Cuajimalpa, Milpa Alta, Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Gustavo A. Madero y Tláhuac, respondieron que no cuentan con programas relacionados al diseño y ejecución en materia de trabajo de cuidados.
Deuda del Estado
En México no hay un programa destinado exclusivamente al cuidado de las personas adultas mayores, enfermas y con discapacidad.
A nivel nacional existe el Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños Hijos de Madres Trabajadoras, el cual es un pago bimestral de mil 600 pesos (unos 82.98 dólares estadounidenses) por infante mientras que para las infancias con discapacidad es de 3 mil 600 pesos (186.72 dólares).
Por su parte, la Pensión para el Bienestar de las Personas con Discapacidad otorga a personas adultas con discapacidad un apoyo económico de 3 mil 100 pesos entregados de manera bimestral.
En este apoyo, Ray es beneficiario, cumplió con todos los papeles solicitados y con su beca él y su madre logran sostenerse para el día a día.
Mientras que Alberto, el hijo menor de Eva, aún no la ha solicitado por falta de algunos papeles oficiales pero no duda en poder aplicar en cuanto cuente con todos los requisitos.
Los cuidados de las personas con discapacidad y de todas aquellas que requieren apoyo y asistencia deben ser responsabilidad del Estado y no de las familias, planteó en el seminario Cuidados para la vida y el bien común, Judith Pérez Castro, académica del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
De acuerdo con Pérez Castro, cuando el Estado deja que las familias se hagan cargo del cuidado, no se consideran los costos adicionales de cuidar a una persona con discapacidad.
Los gastos se triplican porque salen de su bolsillo y deben destinar dinero a visitas médicas, rehabilitación, etcétera, y esto se complica si un integrante de la familia debe dejar de trabajar para dedicarse a la atención de las personas con discapacidad”, sostuvo.
Para Margarita Garfias, cuando las mujeres cuidadoras dejan de lado su vida para sostener la vida de otros, es una situación ignorada por el Estado.
“Las autoridades no implementan sistemas o herramientas que nos ayuden al cuidado porque utilizan a las mujeres como un simple instrumento para preservar la vida de otras personas, no nos ve como humanas. Dejamos de ser seres con derechos y nos convertimos en el instrumento del Estado para cuidar”, reclama Garfias.
Nos cuidamos entre nosotras
Para Garfias, el cuidado que se da entre las mujeres que cuidan no proviene de la sororidad como otras causas del feminismo. Preocuparse por otra compañera que también ejerce el trabajo de cuidados es impulsado por la “doloridad”, el dolor de pausar el proyecto de vida y dedicarse en mayor medida a cuidar.
“Aquí todas vivimos y somos atravesadas por el dolor de tener a seres queridos que experimentan diagnósticos crónicos, pero también el dolor de perder nuestros proyectos de vida, de muchas veces ser abandonadas por la pareja, del dolor de no encajar en el sistema y no aprender o hacer otra cosa más que cuidar”, comenta.
Pero además del dolor, están presentes la empatía, el cariño, la contención y la paciencia. Las mujeres también se cuidan a distancia, cuidan a las amigas, a las hermanas, a las vecinas. Así lo explica María Guadalupe Castro, quien prefiere ser llamada Maríalu, mujer con discapacidad y parte de la Red de Cuidados en México.
Aunque ella ha cuidado y ha sido cuidada, resalta la importancia de ayudarse entre cuidadoras, pero sobre todo de no soltarse. Fue por eso que en 2020, cuando la pandemia y el aislamiento por Covid-19 llegó a México, comenzó un grupo de WhatsApp, un chat que inició para seguir pendiente de sus amistades o de quien lo necesitara, pero que se convirtió en el salvavidas que a las usuarias del chat las sacaría a flote.
“Cuidar cansa, a veces nos hace dejarnos de lado por estar pendiente de otros y es por eso que entre nosotras nos cuidamos desde la escucha. Porque poderle decir con alguien de confianza -estoy harta-, poder quejarte en un espacio seguro es importante, es como quitarte un peso de encima”, explica.
Un grupo que empezó con solo 12 participantes era usado para compartir tips sobre qué hacer ante la ansiedad del confinamiento, ponerse de acuerdo y conectarse juntas a una misma hora y hacer ejercicio por videollamada, fue la puerta para también conseguir medicamentos y hasta terapia de manera gratuita.
“En el grupo a veces alguien decía que no encontraba la medicina que necesitaba entonces alguien más podía responder y decir por mi casa sí lo venden, te lo mando. También teníamos casos en los que alguien pedía ayuda emocional y yo por ejemplo buscaba con conocidas o amigas que dieran algunas sesiones sin cobrar tanto o de manera gratuita si estaba en sus posibilidades. Ese grupo se convirtió en nuestra manera de no soltarnos a pesar del encierro, de decirnos y recordarnos que no estábamos solas y que teníamos una red de apoyo”, recuerda Marialú.
Con el paso del tiempo y terminada la emergencia sanitaria por Covid-19, el grupo de WhatsApp no solo se mantuvo sino que se hizo más grande. Ahora están presentes de 80 a 90 personas y no solo de la zona del Valle de México sino de otros estados de la República e incluso de países como España o Colombia.
“Ha sido con base en nuestra experiencia que nos cuidamos, a veces alguien dice me duele la cabeza y la aspirina no me lo quita y otra le responde puedes probar con este té, a mi me funciona. Y uno pensaría que solo es un consejo o recomendación, pero no es así, es preocuparte por alguien más, es ver por alguien más, es entonces cuidar a quienes cuidan con las herramientas que tenemos”, sentencia.